Cátedra Abierta y Permanente:
Mujeres y Economía





El pasado 16 de mayo, durante el cuarto encuentro de la cátedra recibimos a la Dra. en filosofía Diana Maffía.
A continuación se trascribe la exposición de Maffía.





“Me encanta estar acá. Era un largo sueño; veníamos hablando de La Verdecita y yo me imaginaba cosas pero no encajaba con la realidad. Y ahora que lo veo, me encanta el proyecto y además juntamos muchas cosas, ver en el suelo a Zanón y ver a mis amigas militantes, a varias generaciones que han pasado por la Maestría de Género, es un placer compartir esta actividad con uds.
Además me parece muy buena la idea de hacer un programa de economía social, es decir, pensar la economía no como una ciencia exacta, porque hay muchos economistas que se equivocan.

La economía del cuidado y el tiempo de las mujeres



La economía surge como una preocupación de tipo político y filosófico, el origen del pensamiento económico tiene que ver con la nueva organización de la sociedad en la modernidad y cual era la naturaleza humana que iba a sustentar el modo de convivencia- que entre otras cosas- tenía que cambiar los criterios económicos, porque se pasaba de un sistema feudal, donde un señor que poseía tierras y animales, además de las personas que habitaban su feudo, al criterio de una ciudad, se pasa al burgo, al surgimiento de la fábrica, a la separación de los ámbitos de lo público y lo privado. Es una separación política y económica y tiene un alto contenido de género, porque quedan separados los espacios de las mujeres y el de los varones; el espacio de la familia y la reproducción y el de la producción y la política.
En el espacio productivo, se separan los dueños de los medios de producción de quiénes venden su fuerza de trabajo.
En la edad media la discusión central era si el papa tenía más poder que el príncipe o al revés, pero lo cierto es que a ambos los alimentaban los campesinos. Cuando se produce la ruptura del feudalismo, supuestamente se termina la esclavitud porque cada persona es dueña de vender su fuerza de trabajo a cambio de salario y se supone que hay un contrato. Pero está claro que no es un contrato entre pares, porque alguien tiene los medios de producción y puede elegir que fuerza de trabajo contratar y alguien que sólo tiene su fuerza de trabajo.
Además del contrato laboral, aparece el contrato social por el que se rompe la herencia del poder y cada ciudadano puede elegir sus autoridades y deciden que para convivir van a respetar ciertos derechos.
Este contrato social moderno surge para defender la propiedad privada. En el orden de la propiedad también es una cuestión economía de género. Decían los filósofos modernos que la propiedad era la que generaba conflicto entre las personas y que hay dos cosas por sobre todas que generan más violencia: la propiedad de la tierra y la propiedad de las mujeres.
Esta observación que la hace Lokke, plantea la idea de que la tierra y las mujeres son poseídas por alguien, o sea tierra y mujeres quedan en el mismo orden y simbólicamente, la idea de que tierra y mujeres están en el orden de la naturaleza y ambas son algo poseído por quiénes están en el orden de la razón - los varones- es una idea muy fuerte de la modernidad.
De hecho todo el desarrollo científico y tecnológico surge en la modernidad, se pasa de la alquimia a la química, de la astrología a la astronomía, se crean las ciencias modernas, la física, aparece la idea de Copérnico del sistema solar rompiendo con la tradición religiosa del centro de la creación. En su momento esta idea fue muy importante, fíjense que Galileo que sostenía la idea de Copérnico fue excomulgado y obligado a retractarse y él se retractó diciendo: “yo me retracto pero la tierra se mueve igual”. A Galileo lo perdonaron 400 años más tarde, porque eso afectó el sistema de poder de la Iglesia.
En la modernidad, con los cambios sociales aparece también la crisis de la iglesia con la aparición de Lutero cuestionando la autoridad del papa y la fijación de sentido de la iglesia católica sobre las escrituras. Proponiendo que cada sujeto pueda leer la biblia y crear su propio sentido, de esta manera se generan sentidos colectivos provisorios, que no invalidan otros sentidos, donde ninguna mirada es prescindible ni ninguna mirada le impone a otra su poder simbólico.
Entonces, se rompe la autoridad del papa, la autoridad del príncipe y lo otro que se rompe es la autoridad del pensamiento de una ciencia que estaba basada en la teología, es decir, la ciencia se aprendía en los conventos, se estudiaba en latín y los campesinos de ninguna manera podían acceder porque eran analfabetos. La imprenta permite la distribución del saber entre la población. Se abren las universidades pero como espacios religiosos. Pensemos en el ejemplo de Sor Juana que se mete en un convento para poder estudiar, porque no le quedaba otra para salvarse del destino de su madre de ser una campesina sin estudio.
Las primeras universidades del siglo XV no permitieron mujeres hasta los últimos años del siglo XIX, durante casi 5 siglos no hubo mujeres, por tanto todo ese conocimiento que se produjo ya no era del orden religioso pero si del orden masculino, se trata de una ciencia construida desde la perspectiva, los valores y los intereses de los varones.
Y lo que hicieron fue pensar la ciencia desde ahí y esto lo mencionan los teóricos que implementan el método científico, Bacon –por ejemplo quien establece el método de la ciencia experimental- dice “la mente masculina debe dominar la naturaleza femenina”; es decir no tenemos que tener una mente femenina que es obediente al dogma, él usa un lenguaje muy sexual dice “el varón debe penetrar la naturaleza femenina y si la naturaleza no quiere entregarle sus secretos debe perseguirla a la recámara y arrancárselos por la fuerza”; o sea forzar los hechos, producir una violencia sobre los hechos.
Las mujeres por nuestra capacidad reproductiva estábamos a la altura de las plantas y los animales y por eso no podíamos ser ciudadanas ni estudiar. La modernidad rompe con todo lo antiguo y medieval pero en este nuevo orden revolucionario las mujeres seguimos haciendo lo mismo, pariendo y cuidando. Desde entonces, hasta hoy lo que producimos las mujeres como tareas de cuidado y las economías de sustento cotidiano, tanto sea una mujer urbana como rural, nuestro trabajo, no se registra dentro de la economía porque no hay intercambio de dinero por esas tareas.
En ese momento de ruptura de todo, surge la economía como una disciplina, que va a considerar como los estados tienen que distribuir sus bienes, respetando la propiedad privada, separar los bienes de los ciudadanos, ver de qué manera se distribuye la riqueza, de qué manera participan de la riqueza pública los ciudadanos, como los países se vinculan en el marco del comercio internacional. Empieza a surgir la preocupación por la acumulación y por los precios y como se calculan los precios en el orden interno y externo.
Dos o tres siglos después, en el siglo XX aparecen los sistemas de organización del conocimiento que son matemáticos; aparecen los sistemas axiomáticos para la economía y con estos sistemas de cálculos se confunden los economistas, creen que la ley de la oferta y la demanda es como la ley de caída de los cuerpos, que no hay expectativas humanas, esperanzas que impactan en el mercado y van a generar un orden económico que nada tiene que ver con la voluntad humana.
Fíjense que en la modernidad se parte de la idea de que el universo era creado por Dios, es decir que había una voluntad que explicaba el orden del universo y que esa voluntad se unía con las mentes humanas, que comprendían esa voluntad; o sea había un involucramiento de lo humano en la naturaleza y se pasa a una explicación de la naturaleza que separa el orden de lo natural del orden de lo humano.
El orden de lo natural se explica por ecuaciones matemáticas, es decir que la física, la biología, la astronomía van a ser ciencias mecánicas, el orden de mundo se explica por causa y efecto, donde no interviene ninguna voluntad, Dios ya no explica nada, Dios está para otras cosas y está la ciencia objetiva que expresa un orden mecánico.
Esa idea de la autonomía del orden natural del mundo se va llevando muchas disciplinas, que son disciplinas humanas, como la economía y se la empieza a explicar dentro del orden de oferta y demanda que no tiene que ver con la subjetividad de las personas y la verdad, la economía depende de ciertas voluntades, sobre todo de voluntades hegemónicas y si nosotros aceptamos que es como la ley de caída de los cuerpos y que es inevitable lo que pasa y que no hay sujetos que producen o que se benefician con los hechos, no le podemos dar valoraciones morales a un orden que es un orden humano y que tiene que tener fundamentos éticos como cualquier otra disciplina.
Entonces pensar la economía como economía social –como se ha hecho desde esta cátedra- me parece una idea formidable porque le devuelve a la economía todos los aspectos humanos y por tanto, nuestra capacidad de juzgar por principios éticos ese orden económico y hacerlo con una perspectiva de género implica involucrar aspectos que quedan invisibles incluso en la economía social, que va a considerar que el orden doméstico está fuera de la economía.
Cuando decimos que la modernidad creó dos ámbitos, lo público y lo privado; y este último lo dejó para las mujeres, mientras que el primero para los varones. El orden de lo público es el Estado, el orden de lo privado es la familia, la cuestión de la economía doméstica queda como un orden que va a tener sólo indirectamente una expresión en lo público; porque los alimentos se compran, sólo la economía de la cotidianidad tiene que ver con lo público. Pero la producción económica de ese orden doméstico queda invisible porque no hay salario.
El gran ocultamiento de la modernidad lo desenmascaró Marx: la plusvalía en el ámbito de la explotación salarial. El hombre que vende su fuerza de trabajo en una fábrica, produce por $10 pero sólo le pagan $5, porque quién contrata, quién posee los medios de producción, va haciendo la acumulación de riqueza. Es decir, el dueño de los medios de producción le paga un salario que le permite al obrero no morirse y volver a trabajar al día siguiente para seguir usando esa fuerza de trabajo. Ahora para que el obrero pueda usar su fuerza de trabajo al día siguiente, ocurre algo en el orden de lo privado: el obrero que trabajó durante 10 o 12 hs, cuando llega a su casa encontrará la comida, la ropa, el descanso asegurado y le restaurarán la dignidad, ya que él en la casa es el patrón, el jefe de hogar, entonces le repondrán todo lo que gastó en la explotación del ámbito público.
Pero ¿hay salario para quién restauró toda esa energía? O sea para la reproducción del trabajo en el ámbito privado, ¿hay algún salario para eso? Sin embargo tiene un valor económico. Fíjense que si tratase de una máquina que se descompone, el patrón tiene que gastar dinero para repararla, en cambio si se enferma el obrero, la mujer lo cuida. Si la máquina no tiene combustible tiene que gastar dinero para cargarla, el obrero va a su casa y le dan la comida. Si la máquina está sucia tiene que pagarle a alguien para limpiarla, el obrero va a su casa y tiene la ropa limpia.
Quiere decir que la reproducción de la fuerza de trabajo, a diferencia de la máquina que queda a cargo de los dueños de los medios de producción, la reproducción queda a cargo de las mujeres y se hace gratuitamente, porque surge un ideal cultural muy fuerte en la modernidad, que es el ideal conyugal y maternal. La familia, que antes era una amplía convivencia, en la que estaban quienes producían, los hijos, los esclavos, todos en el mismo espacio; ahora pasa a familia nuclear con una estructura jerárquica que reproduce el orden antiguo basado en tres jerarquías: entre el amo y el esclavo, entre el varón y la mujer y entre el adulto y el niño.
Este orden cultural estaba naturalizado por el amo y por el esclavo, quién nacía blanco estaba convencido que su destino era poseer esclavos y quién nacía negro estaba convencido que su destino era la esclavitud y nadie lo discutía ni por cruel ni por injusto porque dependía de condiciones naturales que estaban en los cuerpos.
Estas tres jerarquías en la modernidad se supone que explotan con el ideal de ciudadanía, por el cual todos somos libres e iguales y tienen los mismos derechos, pero esa declaración de derechos era sólo para algunos varones: para quiénes eran amos en el régimen anterior, que eran blancos, adultos, heterosexuales y propietarios. En cambio si eran negros, pobres, niños o indígenas no eran ciudadanos y las mujeres por su mera condición de mujeres también quedaban fuera del orden de los derechos. Entonces no eran derechos universales, sino derechos para un grupo hegemónico que seguía siendo el mismo que en la antigüedad y el medioevo.
En nuestra Revolución de Mayo y en el Cabildo esto también quedó en evidencia, cuando se decide quiénes podían participar cumpliendo los siguientes requisitos: ser varones, ser blancos, ser adultos, tener casa fundada (ser casado y tener familia) y tener propiedad. Entonces, ¿quiénes eran los vecinos del Cabildo? Eran un grupo de poder hegemónico. Y si pensamos quiénes tienen aún dificultades para hacer valer sus derechos: todos aquellos que de antemano se decidió que no teníamos derechos.
Todas las mujeres quedamos sin derechos y fuera del orden público y en un orden doméstico, que ahora iba a estar caracterizado como expresión de amor: hacer las tareas de la casa, es amar al marido, cuidar a los hijos es amor; cualquier mujer que se sustrajera de esta obligación se consideraba como una falta de amor. Ese ideal de amor conyugal y maternal surge para revestir de cuidado lo que en realidad es un trabajo. Lo cierto es que trabajar en el orden doméstico genera muchas horas de servicio que tiene un valor económico. ¿Cómo lo sabemos? Cuando lo tenemos que tercerizar y hay que ponerle un valor de mercado.
Uno de los aspectos del orden económico que no es tomado en cuenta es el uso del tiempo y el propio concepto de tiempo.
Una de las rupturas enormes y simbólicas de la modernidad ha sido cambiar el orden del tiempo.
El tiempo en el orden feudal estaba vinculado al trabajo rural, era un tiempo circular, del cambio de las estaciones, de la siembra y la cosecha, todo eso reconocido porque la vida se organizaba con ese orden del tiempo. Todo esto tenía que ver con el orden de lo femenino porque el tiempo de las mujeres es circular: el orden de las gestaciones, porque las mujeres regulamos nuestro tiempo circularmente en nuestros cuerpos.
Y por eso el orden agrario tenía su propia teología de diosas agrarias previas al cristianismo, que explicaban porque crecían o se secaban las plantas.
Cuando en la modernidad aparece la fábrica, aparece la idea de progreso, con la que la tecnología y la ciencia nos iban a llevar a un desarrollo que era lineal y además la producción fabril también es lineal. Por tanto el orden del tiempo se vuelve lineal y se expresa en términos de producción: entre la niñez y la edad adulta hasta la muerte importa de acuerdo a la productividad.
La idea de tiempo lineal impone otra organización de la sociedad: economicista a partir de la idea de capacidad productiva y con una idea de desarrollo donde el polo ya está determinado de antemano.
La modernidad europea determina como debe ser el desarrollo del hombre moderno; por tanto aparecen las calificaciones de las sociedades diferentes que -no es que son diversas- sino que están en un grado previo de desarrollo, porque el desarrollo es uno, está concebido como una única línea que la determinan quiénes ya han decidido el orden de desarrollo y se quedan con la plusvalía del trabajo de otros.
Ahora lo que estaba menos visto, es que este orden de plusvalía también afectaba el orden doméstico. Engels en “En el origen de la familia, la propiedad privada y el estado” dice que el primer lugar de explotación es la familia y las explotadas son las mujeres porque sufren una doble plusvalía: la primera en manos de los varones porque ellos se desprenden del trabajo doméstico que hacemos las mujeres, pero fundamentalmente, hay una plusvalía del ámbito del capital que se sirve de la reproducción de la fuerza de trabajo para seguir explotando, al obrero le pagan $5 y no $8 porque la reproducción de la fuerza del trabajo es gratuita.
Sólo porque las mujeres hacemos la reproducción gratuitamente es que los obreros son más explotados y se produce mayor acumulación de capital. Digo esto porque muchas políticas públicas pretenden apoyar a las familias dando un subsidio a las mujeres para las tareas domésticas y lo que están subsidiando es la acumulación de capital de quiénes tienen más poder económico. Porque lo que tiene que ocurrir es que esa tarea tenga un costo de modo tal, que el sueldo abarque el sostenimiento de toda la reproducción, lo que realmente vale la reproducción de la fuerza de trabajo. Esto no solo significaría memos pobreza, sino también disminuir la brecha social.
Volviendo al tema del tiempo, que en la modernidad cambia de circular a lineal en lo público pero no en el privado, dónde seguirá siendo circular.
Hannah Arendt, distingue tres conceptos: labor, trabajo y acción humana.
La labor es aquella que realizamos para sostener la propia vida, todo lo que hacemos cotidianamente pero no genera un bien extra, sino que sostiene el funcionamiento de nuestra propia vida.
El trabajo que produce algo y genera una mercancía.
Y la acción humana, que dice Arendt, ni en el orden de la labor ni en el trabajo generamos una nueva relación causal, sino que entramos en una relación de causa y efecto donde queda un producto. Pero la acción humana es cuando estamos en una corriente de vida cotidiana pero podemos suspenderla, reflexionar y tomar otro curso de acción porque hay una decisión humana de actuar de otra manera.
La acción humana tiene como diferencial que inicia un nuevo ciclo de causalidad. Dice Arendt que los seres humanos son los únicos que pueden generar un nuevo orden en el mundo y esto nos da libertad porque siempre podemos decidir hacer las cosas de otras maneras.
Arendt distingue libertad de liberación. Para ella, liberación es cuando nos sacamos de encima algo que nos oprime, pero no necesariamente significa que hayamos definido nuestro modo de vida; esa sería la libertad; proyectar nuestra vida y hacerlo de acuerdo a nuestra voluntad.”

Intervención de alguien del público: Cita a Paulo Freyre y la Pedagogía de la liberación respecto de los conceptos de Arendt y pregunta por los mandatos que operaban sobre los partos de las mujeres.

Retoma Maffía: “en muy interesante lo de los partos, porque eran del orden de lo femenino y antes eran asistidos sólo por mujeres.
La medicina occidental, la medicina hipocrática surge en el siglo IV AC junto con la filosofía y hay una analogía entre la filosofía aristotélica y la medicina hipocrática.
Hipócrates deja una serie de escritos –que no se sabe si le pertenecen o no- que se denominan Corpus Hipocrático, todas las indicaciones que él da y hasta el día de hoy los médicos hacen el juramento de todas sus obligaciones en la defensa de la vida. La medicina hipocrática tiene una gran influencia, es una medicina basada en la física de la época, Hipócrates creía que nuestros cuerpos estaban regidos por cuatro fluidos que debían estar en equilibrio y daba indicaciones para reestablecer ese equilibrio. Y es medicina es retomada en el siglo I DC por Galeno que le agrega principios cristianos, la idea de una finalidad y de un sentido divino y la Iglesia la toma para desarrollarla entre los médicos que eran sacerdotes también. Pero los cuerpos de las mujeres no se tocaban porque eran considerados impuros, por la menstruación y por la sola condición de mujer, a esos cuerpos sólo los tocaban otras mujeres, incluso les daban los instrumentos para tratarlos. Hay todo un desarrollo de cómo se genera la atención de los partos en la edad media y en la modernidad, pero en el inicio de la modernidad por las guerras y las pestes se diezmó de tal manera la población que el poder reformular los nacimientos y repoblar Europa se volvió un problema de Estado porque se necesitaban obreros y campesinos y la “fábrica” de obreros y campesinos son nuestros úteros, ahí la plusvalía es que nos arrebatan ese producto para la explotación y el enriquecimiento de unos pocos . Ahora, ¿cómo obligar a las mujeres a tener hijos? Lo que ocurrió es que por un lado, se empezaron a sacar leyes que obligaban a las mujeres, sobre todo a amamantar. En la revolución francesa había muchas leyes que estaban destinadas a que las mujeres no tomaran amas de leche, como se usaba en ese momento; la idea que la nutrición era un vehículo del afecto y que era importante el calostro no existía, por lo que empezaron a aparecer los prejuicios con las mujeres de clases bajas que amamantaban, se decía que estaban mal alimentadas, que eran alcohólicas y viciosas y se obliga a las mujeres a alimentar a sus propios hijos, sino les sacaban los derechos sociales, empiezan a penalizar a las mujeres por no criar a sus hijos. Ahí empieza la persecución de las brujas en el siglo XV porque las brujas eran las que atendían la anticoncepción y los partos. Se mataron 9 millones de mujeres en Europa que eran las que tenían a su cargo toda la atención de la salud reproductiva. Y nace la carrera de obstetricia en las universidades, pero las mujeres tenían prohibido el ingreso, así que los varones empiezan a atender los partos. Y pasa algo muy interesante en Inglaterra, donde todavía había comadronas que atendían los partos del modo tradicional y en la universidad los varones empiezan a inventar la tecnología para asistir los partos. En el siglo XVII inventan el fórceps y las parteras no podían acceder al aprendizaje del instrumental y hacían todo el trabajo de modo manual. Hay un grabado del siglo XVII cuya inscripción dice en inglés: “la persona que atiende los partos” y la imagen es la mitad varón con una levita y los instrumentos (el médico) y la otra mitad mujer, con la palangana de agua que era lo que disponían las parteras.
Así aparece la idea de que el parto debía ser institucionalizado, que era más seguro un hospital que la casa, toda una idea que se está revirtiendo con la intención de recuperar la propiedad de los cuerpos de las mujeres, que el parto es de la mujer y no del obstetra, que quién tiene que estar cómoda es la mujer y no el obstetra, se está desmitificando la idea de que un parto tecnologizado no es necesariamente más seguro y se está revisando una ideología que se instaló fuertemente como un sistema de apropiación para generar un dominio sobre la reproducción. Era necesario que los varones se apropiaran de los partos para generar un dominio sobre la reproducción. Hay realmente un dominio del Estado sobre las cuestiones reproductivas que empieza en la modernidad y que se extiende hasta la conferencia de El Cairo 1994, allí se rompe con la tradición de que las conferencias de población y desarrollo de Naciones Unidas eran reuniones donde los países se ponían de acuerdo sobre cuáles tenían que tener políticas natalistas y cuáles tenían que tener políticas no natalistas y con que recursos iban a desarrollarlas. Recién en el 94 surge la idea de que lo que tienen que hacer los países es proteger los derechos reproductivos de las mujeres y su voluntad de tener o no hijos, pero en todos los casos brindar educación sexual y reproductiva. Pero eso no se hacía porque lo que se protegía era el proyecto del país.
En algunos países las políticas de anticoncepción fueron forzosas: en Perú hubo una situación escandalosa porque a las mujeres de ciertas poblaciones se le ataban las trompas sin autorización; en India se distribuían anticonceptivos a través del agua, en Argentina en el 74 se prohibió la venta de anticonceptivos.
Los órdenes autoritarios por los que los países decidían si querían o no tener políticas natalistas tenían que ver con una idea de desarrollo totalmente basado en un dominio de los cuerpos de las mujeres.
En la reproducción biológica y la reproducción de la fuerza de trabajo entra todo lo que es la economía del cuidado, que tiene dos aspectos: el de la plusvalía del tiempo y el de la plusvalía emocional. Esta definición es de una filósofa española, ella dice que muchas veces logramos establecer la distribución de las tareas con nuestros compañeros, pero la carga emocional no es equitativa. Ella dice que con su marido se turnaban para cuidar a su hijo mientras los dos hacían un doctorado, pero que ella sentía que tenía que regresar inmediatamente a su casa porque sabía que su marido estaba impaciente y estaba pendiente de que se terminara su tiempo de cuidado para hacer otra cosa y ella le decía que quería que además de cuidarlo, lo disfrute, para que además sea un tiempo de felicidad, de compromiso con un goce personal y para que no sólo sea un trabajo sino de un modo de vida de ese aspecto de compartir la crianza.
Entonces hay una distribución de tareas de trabajo doméstico pero no se logra un involucramiento emocional en el que cada uno sienta que se realiza tanto como con otras cosas, ese es otro orden que depende de la cultura.”

Intervención de uno de los varones participantes de la cátedra: “Bueno, sucede que lo de llevar 9 meses a un hijo es algo que un varón nunca va a sentir”

Retoma Maffía: “Hay un aspecto que tiene que ver con el contacto que tiene un varón con el hijo y que ni siquiera es el del espermatozoide con el óvulo porque cuando estos se encuentran el señor ya no está ahí y si está, está haciendo otra cosa. Ni siquiera a nivel celular el varón está presente, hasta que el hijo no nace no está presente y eso da una percepción diferente acerca de la “propiedad”, en el sentido del propio cuerpo no de propiedad privada.
El cuerpo propio tiene el privilegio de guardar emociones, tiene memoria emocional y guarda experiencias corporales que sólo nosotros sabemos porque se trata del cuerpo vivido no del cuerpo que se observa.
Durante el embarazo hay mucho de estas experiencias corporales emocionales que no pueden ser vistas desde afuera, los varones pueden acompañar o participar con algún contacto pero no como vivencia del propio cuerpo. Pero que el feto este dentro de nuestro cuerpo no significa que sea parte de nuestro cuerpo. El feto tiene autonomía, se mueve y reacciona, no es como un brazo que la mujer puede levantar.
Es verdad que el varón sólo participa cuando nace el hijo, pero la vinculación que tiene un varón con su mujer es el tipo de vinculación que puede tener con su hijo, porque no puede entrar en la corriente de conciencia ni de uno ni de otro, porque hay una inaccesibilidad a la experiencia del otro.
Entonces las relaciones entre humanos requieren una apertura al otro, que requiere de otros códigos y de un instrumento que no es ni la vista, ni el olfato, ni el tacto, que es la empatía. La capacidad humana de ponerse en el lugar del otro, de imaginar cómo es el mundo que el otro está viendo, está relatando y tratar de percibir y lo que el otro percibe pero ese es un ejercicio de la imaginación y es una mirada amorosa al otro.
Esto es una posición política y tendría que ser la base de cualquier postura ética, porque la apertura amorosa al otro es la base de la vida en sociedad.
Esta sociedad que hizo una expulsión cuando hizo el contrato social tiene que revisar como hizo comunidad para llegar a ese contrato, por tanto aunque pongamos leyes económicas, aunque hagamos otro contrato social, hay algo que no cambia y es el contrato moral, previo al orden social donde se decidió quiénes contaban en la sociedad y quienes no.
Y también se decidió el contrato sexual donde las mujeres quedamos afuera, al igual que muchos que no son sujetos hegemónicos.


La densidad del tiempo de las mujeres

Las encuestas del uso del tiempo en América latina fueron impulsadas por la División de Asuntos de Género de CEPAL, de acuerdo a los objetivos de la Plataforma de Acción De Beijing; Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (1995): “Hacer visible la importancia relativa del trabajo no-remunerado realizado fuera del mercado y valorar la producción de bienes y servicios y la contribución al consumo y bienestar de los hogares y de la sociedad que representa el trabajo no-remunerado realizado fuera del mercado y desarrollar una clasificación internacional de actividades para las estadísticas sobre uso del tiempo en que se aprecien las diferencias entre mujeres y hombres en lo relativo al trabajo remunerado y no remunerado y reunir datos desglosados por sexo.”

Maffía: “La encuesta se realizó en Méjico, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Guatemala a partir de la introducción de un módulo en las encuestas permanentes de hogares, Argentina no lo hizo, se desarrollo una muestra pequeña en Buenos Aires.
Parte de la dificultad para comparar estos resultados es que las tareas tienen distintas denominaciones en los distintos países; sin embargo en las conclusiones de estas encuestas, entre los cinco países considerados, existen coincidencias de diversas variables:
- Los varones observan menos participación e invierten menos tiempo en las tareas domésticas, acciones que aparecen segmentadas entre varones y mujeres prevaleciendo los estereotipos de género.
- La jornada laboral de las mujeres es inferior a la de los varones debido a la necesidad de atender las tareas domésticas y de los hogares.
- La jornada total de trabajo de las mujeres en tareas remuneradas y no remuneradas es mayor a la de los varones.

El día de las mujeres dura más de 24 horas, porque muchas de las tareas son realizadas simultáneamente y el tiempo que demandan las tareas de cuidado no son restadas del tiempo de las tareas domésticas o laborales, sino que son tomadas de nuestros tiempos personales, del tiempo de recreación, de ocio, de horas de sueño y/o descanso.
La planificación de la distribución de las tareas del hogar al igual que la supervisión de las mismas también llevan un tiempo que las mujeres restamos al tiempo personal.
Además este tiempo se caracteriza por una mezcla entre el tiempo lineal y el circular; es decir las mujeres respondemos a los requisitos de los trabajos remunerados con tiempos lineales de producción y a los tiempos y las tareas domésticas.
La jornada laboral de las mujeres es el doble que la de los varones; si la jornada de trabajo remunerado es de 8 hs, las mujeres con la suma de las tareas de cuidado sumamos 16 hs totales.

- La participación laboral de las mujeres es menor cuando existen niñas/os en edad preescolar.
- El tiempo de dedicación de los individuos y su participación en las tareas domésticas decrece cuando hay quién las desarrolle.

Esto quiere decir, que si hay una mujer en la casa que hace las tareas, las demás mujeres hacen menos tareas, pero los varones hacen siempre lo mismo.

- Las tareas de cuidado de niñas/os, enfermos o adultos mayores aumentan la participación y el tiempo en las tareas domésticas. Esto se acrecienta cuando hay menores en el hogar.
- El tiempo destinado por las mujeres a las actividades en el hogar disminuye cuando existen personas mayores de 75 años, mientras que el de los varones tiende a permanecer estable.
- Las mujeres en edad activa no buscan trabajo remunerado por ausencia de tiempo.
Fíjense esto: no buscan trabajo remunerado porque no tiene tiempo de buscarlo ni realizarlo. Es decir en términos de desarrollo económico la posibilidad de salir del círculo vicioso es casi nula, precisamente por la invisibilidad de las tareas que realiza y que muchas veces su valor o su precio supera al del trabajo remunerado.

Históricamente, la visión ha sido que el varón es quién hace el aporte económico a la familia y la mujer es la que cuida, pero en realidad ambos están haciendo un aporte económico porque lo que hace la mujer está invisibilizado. Si se suman los aportes: el trabajo remunerado más el aporte del trabajo de cuidado, completan lo que se necesita para subsistir. La subsistencia está basada en todo ese aporte económico, la parte invisibilizada es la parte que está expropiada para beneficio de quiénes acumulan. Es importante que lo veamos como es, no es varones contra mujeres, se trata de un sistema económico que subsiste por la invisibilización del trabajo de cuidado y si se visibiliza toda la economía debe ser revisada. Dice la OIT que no podemos pagar el trabajo doméstico porque explotan todos los indicadores económicos.
La economía nace con el argumento de que es natural de que las mujeres hagamos todo el trabajo doméstico porque las mujeres parimos, alimentamos y criamos, pero ahora el feminismo está revisando todos estos conceptos e indicadores de la economía del cuidado.

Las mujeres tenemos un mayor uso del tiempo por la suma de tareas productivas y reproductivas, remuneradas y no remuneradas, sino además una intensidad y una densidad diferente en el uso del tiempo que los varones.
Estamos en un sistema casi esquizofrénico en el que respondemos a dos modelos de humanidad diferentes. Los varones son normalmente socializados para lo que el mercado exige, para tener una identidad de género que se corresponde con lo individual, lo competitivo, el uso de la fuerza y el poder y las relaciones de subordinación. Las mujeres somos entrenadas en la decodificación de las necesidades del otro, en lo doméstico, en lo cooperativo, en lo afectivo pero cuando tenemos que trabajar en lo público tenemos que usar un aprendizaje de otro código en el que no hemos sido socializadas y eso requiere doble esfuerzo.
Las relaciones de cuidado requieren que sepamos cuáles son las necesidades de la otra personas, y nos entrenan a las mujeres para ser muy perceptivas con las necesidades de otros, por la crianza de los bebes principalmente.
Las herramientas vitales que se nos dan están sesgadas por género.”

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Las verdecitas*