El “Día de las Mujeres” y la necesidad de visibilizar y valorar sus trabajos a favor de la seguridad y soberanía alimentaria


Dra. Silvia Papuccio de Vidal. Fundación ECOSUR (ecosur@fundacionecosur.org.ar); Escuela Vocacional de Agroecología Granja La Verdecita (laverdecita@gmail.com)
                                     
Este 8 de marzo queremos hablar de las mujeres en plural y de sus vínculos con la alimentación en particular, no desde una perspectiva romántica sino profundamente reivindicatoria en el convencimiento de la necesidad de visibilizar y valorar sus conocimientos y los múltiples trabajos que ellas realizan en los ámbitos de la nutrición, la conservación de la biodiversidad y en términos generales, del cuidado de la vida.
Y decimos “mujeres en plural” debido a que somos un colectivo heterogéneo que, a pesar de compartir situaciones comunes respecto a los roles que desempeñamos en la sociedad y las discriminaciones que por razones de género venimos experimentando a lo largo del tiempo y a lo ancho del planeta, nos diferenciamos por cuestiones de clase, etnia, edad y localización geográfica, entre otras.
La seguridad alimentaria no es percibida ni afecta del mismo modo a las personas.  Existen particularidades conforme se sea pobre o rico, varón o mujer, habitante del campo o la ciudad. Si bien la pobreza es la causa principal de la inseguridad alimentaria debido a que la falta de dinero limita a los individuos el acceso a la comida -especialmente en un mundo que se ha vuelto cada vez más urbanizado y dependiente del trabajo remunerado- existen además,  situaciones de violencia y opresión que condicionan el  derecho a la alimentación de ¾ partes de la población, siendo las mujeres, los niños y las niñas los y las más afectados por el hambre y la desnutrición.
El papel estratégico asumido por las mujeres en la alimentación se enmarca en sus responsabilidades de género, que tienen origen en la división sexual del trabajo. Sus aportes a la seguridad alimentaria se dan a partir del trabajo que ellas realizan como productora, consumidora, administradora y transformadora de alimentos, así como portadora y transmisora de saberes genuinos en ese campo. Ellas detentan además, el rol fundamental de transmitir pautas de consumo a nivel familiar y comunitario. Sus conocimientos y experiencias acerca de la alimentación les permiten desarrollar un juicio de valor a la hora de elegir que comer, mejorando de esta forma las pautas de consumo, los hábitos alimentarios y la nutrición de su familia. Esos trabajos gratuitos que se inscriben dentro del paradigma de la economía del cuidado y que trascienden el espacio doméstico para proyectarse a nivel público en la defensa de la soberanía alimentaria y la naturaleza, no son contabilizados en las cuentas patrimoniales establecidas por la economía convencional, aunque tienen la imprescindible función de la reproducción social y biológica de la vida.
Si bien existe un reconocimiento simbólico de las contribuciones de las mujeres que son percibidas como atributos voluntarios y naturales, ni las instituciones ni los gobiernos parecerían haberse percatado de que esos aportes constituyen trabajo, ni de la necesidad de apoyar y fortalecer las actividades que ellas realizan. Que las mujeres a nivel global sean propietarias de menos del 3% de las tierras, que sigan teniendo restricciones en el acceso a crédito, herramientas y capacitación, que cobren salarios menores respecto a los varones  por igual trabajo realizado en la esfera pública y que la corresponsabilidad hombre/ mujer en los trabajos de alimentación, salud, educación y crianza de los y las hijas dentro del hogar siga siendo una utopía, son algunas evidencias que hablan a las claras del largo camino que las mujeres debemos transitar hacia la emancipación.

Cuantificar y poner en valor los trabajos de cuidados de las mujeres y desmercantilizar la naturaleza, son algunos de los imperativos más urgentes de nuestro tiempo para acabar con el flagelo del hambre, asegurar la equidad intergenérica e intergeneracional  y en definitiva, la supervivencia del planeta. Celebremos a las mujeres en sus luchas y en su día a día no sólo hoy, rescatando sus saberes y experiencias de subsistencia que constituyen insumos esenciales para la transición hacia la equidad y la sustentabilidad, a la vez que rescatándolas de la invisibilidad y la violencia capitalista y patriarcal.

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